En toda relación surge la posibilidad de que aflore un conflicto. Los desacuerdos se dan en familias, comités de la iglesia, la playa de estacionamiento y dónde sea que los seres humanos se reúnen. Pero dichas diferencias no deberían dividirnos. La Biblia nos dice: “Si es posible, y en cuanto dependa de ustedes, vivan en paz con todos” (Rom. 12:18, NVI).
Para que ayudarnos a seguir conectados durante y después de los conflictos, hemos consultado con expertos metodistas unidos.
Humanizar al otro
“Cuando enfrentamos conflictos tenemos la tendencia a polarizarnos”, dice la Rev. April Casperson, directora de Diversidad e Inclusión de la Conferencia de Ohio Oeste. “La polarización nos ayuda a mantener a la otra persona a la distancia e ignorar su humanidad… Si usted se encuentra deshumanizando o distanciándose de la otra persona, considere cómo dicha persona es similar a usted”.
“Siempre trato de mantenerme en contacto con las narrativas que me digo a mí mismo respecto a la otra persona, para no reforzar la ira y el dolor”, nos comparte el Rev. W. Craig Gilliam, entrenador de fortalezas certificado por Gallup y consultor para la transformación de conflictos. “Si no lo hacemos, nuestras historias cambiarán lentamente para hacer que nosotros aparezcamos mejores que el otro”.
Nos ayuda encontrarnos cara a cara. “No lo haga a través de Facebook, WhatsApp, Instagram o cualquier otro medio social”, aconseja la Rev. Anne Detjen, pastora de la Iglesia Metodista Unida Immanuelkirche, en Eberswalde, Alemania. “Cuando sea posible, reúnase con la otra persona. Tomen tiempo para pasarlo juntos durante un conflicto. Júntense a tomar café, para comer o caminar”.
Orar por ellos
“La otra persona es un ser humano creado a la imagen de Dios. Este es un importante punto de partida”, dice Garlinda Burton, diaconisa de la Iglesia Metodista Unida que sirve como directora de recursos de desarrollo, en la Comisión General de Raza y Religión Metodista Unida. Si recordamos este punto estaremos listos para empezar a orar unos por otros.
“Ore por ellos por nombre cada noche en sus oraciones”, recomienda. “Esto ayuda a humanizar a la otra persona”.
Reconocer el dolor
“Reconozca las emociones que siente”, enseña el Rev. Ronald Greer, autor y director del Servicio de Consejería Pastoral de la Iglesia Metodista Unida Peachtree Road, en Atlanta, Georgia. “Desahogue sus emociones. Llámelas por nombre en alta voz. Hable. Escriba. Realice el trabajo emocional que debe hacer para sanar interiormente”.
Afirmar la relación
Además de reconocer el dolor que usted siente, recuerde la relación que comparte con la otra persona. “Esto permitirá que cada persona en el conflicto esté más abierta en cuanto al dolor y el desacuerdo”, dice el Rev. M. Scott Hughes, director ejecutivo de vitalidad congregacional y discipulado intencional de Ministerios de Discipulado.
Gilliam, quien entrena a pastores en la Conferencia de Louisiana, nos habla del tiempo en que un pastor y un miembro de la iglesia acudieron a él para resolver un conflicto. Los animó a que compartieran las cosas que valoran uno del otro.
Después de algunos momentos de silencio, al final uno empezó a hablar. Pasaron varios minutos diciéndose uno al otro las cosas que aprecian uno del otro. “Esto cambio por completo la conversación”, dice Gilliam, “porque aprendieron a afirmarse uno al otro en forma genuina y a ver lo bueno de cada uno, en lugar de solo lo que está mal”.
Esforzarse por entender
“Oh Maestro divino”, dice la oración de San Francisco (UM Hymnal 481), “concédeme que no busque tanto… ser entendido como entender”. Ese es un buen consejo cuando no concordamos unos con otros. En lugar de explicar su posición otra vez, trate de comprender la posición de la otra persona.
Detjen nos dice que esto requiere una manera distinta de oír. “Cuando verdaderamente escucho para entender a una persona… se crea un espacio dentro de mí. Un espacio en el que puedo formular preguntas que puedo usar para profundizar mi deseo de comprender cómo la otra persona ha llegado a formar su punto de vista”.
“Trate de entender la perspectiva de la otra persona”, aconseja Greer. “Esta persona es un ser humano, tal como usted. Una persona con la que probablemente usted se puede identificar… Si usted lo intenta, se podría colocar en los zapatos de la otra persona”.
Ser humilde
La humildad es la habilidad de aceptar de que quizá usted no tenga toda la razón y que la otra persona no esté del todo equivocada. Esto ayuda.
“La experiencia de la gente no es la misma que la suya”, nos recuerda Burton. “Si usted se encuentra en una cultura dominante o de la mayoría, no debe dar por sentado que la experiencia de los demás es como la suya”. Recordar y honrar que somos diferentes nos ayuda a resolver conflictos.
Pedir disculpas
Si reconocemos con humildad nuestra propia responsabilidad en el conflicto, quizá tengamos que disculparnos.
“Considere si usted debiera pedir perdón”, aconseja Casperson. “Después pida perdón sin pretextos”.
“El decir ‘lo siento’ es un buen comienzo, pero no basta”, explica Greer. “Explique las cosas específicas que ocurrieron y su parte en todo esto. Después exprese sus intenciones en cuanto a cómo manejará situaciones similares en el futuro”.
Cuidar de uno mismo
En medio de un conflicto, no se olvide de cuidar de sí mismo.
“Jesús nos recuerda amar a Dios y al prójimo”, dice Casperson. “La Rev. Amy Aspey una vez predicó de que ‘algunas veces nos olvidamos de que somos parte del amarnos unos a otros’”.
Asegúrese de encontrar aquellos lugares que edifican su espíritu. Gilliam cita al poeta Wallace Stephens, que dice: “Quizá la verdad depende de una caminata alrededor de un lago”. Porque “parte de la sanidad tiene que ver con permitirnos darnos una caminata”, añade Gilliam. “No necesitamos solucionar el asunto ahora mismo”.
“Cuando hay dolor real”, explica Hughes, “se necesitarán múltiples conversaciones durante un período de tiempo antes de que la confianza tomé el lugar de la sospecha”, para que se produzca una verdadera sanidad.
Algunas veces no hay solución
“Algunas veces no vale la pena continuar en la relación”, sugiere Hughes, “cuando hay demasiado dolor, y a largo plazo no es bueno para nadie”.
Otras veces, la otra persona no querrá mantener la relación con uno. “Si la otra persona decide no continuar la relación, aunque esto sea doloroso, es apropiado respetar esta decisión”, dice Gilliam. “Pero al menos usted sabrá que trató de reconectarse en forma genuina”.
Joe Iovino trabaja en UMC.org, en Comunicaciones Metodistas Unidas. Contáctese usando el email: [email protected].