Los cambios me hacen sufrir

Odio las despedidas.

Me estoy preparando para mudarme a otra ciudad y empezar un nuevo trabajo. Esto quiere decir que todo va a cambiar.Mi dirección, mi rutina, mi horario, mi supermercado, mis expectativas.

Ocurrió que en medio de mis preparativos para despedirme, me vi afectada por un caso de epicondilitis, lo que se conoce como “codo de tenista”. Esto fue extraño porque yo no juego tenis. Ni siquiera hago algo repetitivo que no sea beber café todo el día. Siendo testaruda como soy, me negué a ir al doctor hasta que el dolor ya no me dejó usar mi brazo izquierdo. Con el brazo descansando sobre mi regazo, llamé a un acupunturista que accedió a verme de inmediato.

Mientras yacía en la mesa, el Dr. Shin empezó a examinar puntos neurálgicos a lo largo de mi brazo. “Es extraño”, dijo, “lo normal es que este tipo de lesión se irradie hasta la mano, pero en su caso, el dolor se difunde hacia arriba hasta el cuello. ¿Vive usted estresada?”.

Traté de esconder la lágrima que caía por mi mejilla y que gracias al cielo cayó desapercibida del ojo que estaba cerca de la almohada. No me había percatado de cuán estresante era para mí mudarme y pasar de una cosa a otra hasta que el doctor me hizo la pregunta.

Le conté mi breve historia, mientras que él colocaba cuidadosamente varias agujas en mi codo, cabeza y pies. También me contó cómo su cultura entiende el viaje de la vida.

Me dijo: “Lo que viene primero está en el Este. Es un lugar bueno y hermoso, pero no podemos quedarnos allí. Así como el sol da su recorrido en el cielo, así también nosotros debemos movernos del Este hacia el Oeste en nuestra vida. No hay un solo camino. Hay muchos caminos. No tengas miedo de empezar tu marcha y ver a dónde te lleva”.

El doctor atenuó la luz y me dejó descansar por 15 minutos para sanar y cuestionarme. En la comodidad cálida y relajante de su oficina, empecé a entender mejor cómo amar todas las partes de mi vida, mi pasado, presente y futuro. Cómo abrazarlas y a la vez dejarlas ir.

Me acordé de las palabras de Jesús en el Evangelio de Juan, que dicen: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Me di cuenta que mi renuencia a mudarme al oeste significaba que yo quería hacer mi propio camino. EL Camino. No hay nada más duro que tener que despedirse de la gente y lugares que uno ama. Estamos inclinados a mantener el estatus quo porque el más mínimo cambio es doloroso, incluso si es bueno para nosotros.

A menudo interpretamos este versículo de Juan como si quisiera enseñarnos que la única forma de asegurarnos un lugar en el banquete celestial es creyendo en Jesucristo como el Hijo de Dios. Es como si hiciéramos de nuestra fe la garantía de tener un lugar en el banquete. Me parece que abordamos este texto desde una perspectiva incorrecta cuando pensamos que sólo se refiere a lo que ocurre cuando morimos. Este pasaje no tiene que ver con el banquete eterno. Este texto tiene que ver con la vida aquí y ahora. Después de todo Jesús está diciendo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.

Esto es muy difícil para nosotros porque los cambios, los finales y las despedidas se sienten como la muerte. El capítulo final, el último tiempo y el nunca más nos recuerdan de nuestra propia mortalidad, y no queremos confrontar esta verdad. Somos criaturas completamente entregadas a nuestra propia sobrevivencia, así que el cambio nos pone nerviosos.

Pero si vamos a creer que Jesús es El Camino, debemos cambiar la forma en que vivimos nuestra marcha hacia la puesta del sol. Los cristianos creen en la resurrección, lo que significa que primero algo querido debe morir. El dejar ir lo que vino primero, el dejar nuestro pasado a cargo de nuestra memoria y abrazarlo con cariño en nuestros corazones, es lo que permite rodar la piedra de la tumba de nuestro dolor.

John Wesley, fundador del metodismo, estuvo muy consciente de la necesidad de estar abiertos al cambio, para darnos cuenta de que la vida no es estática y que el estatus quo no logra mantenerse. Su Oración de Pacto expresa todas las formas en que podemos mantenernos cerca del Camino, a la vez que caminamos por todos los senderos que tiene:

Ya no me pertenezco a mí mismo sino a ti.
Ponme a su voluntad. Y con quién Tú quieras..
Ponme a trabajar, ponme a sufrir.
Déjame ser empleado o ser dejado de un lado por ti,
exaltado o humillado por ti.
Déjame estar lleno, déjame estar vacío.
Déjame tenerlo todo, déjame no tener nada.
Libre y sinceramente lo rindo todo para tu placer y pongo todo a tu disposición.
Y ahora, Oh glorioso y bendito Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo,
tú ere mío y yo soy tuyo.
Que así sea.
Y el pacto que he hecho aquí en la tierra,
sea ratificado en el cielo.
Amén.

Salud a todas las formas en que podemos ser empleados o dejados de lado, exaltados o humillados! Salud a la manera en que podemos sufrir a través de todos los cambios a lo largo del Camino que nos lleva a la vida.

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Rvda. Mandy Sloan McDow es oriunda de Knoxville, TN. Hoy sirve en la Primera Iglesia Metodista de Los Ángeles en el centro de la ciudad. Mandy es cinturón negro taekwondo, le encanta la música y a menudo ve los juegos de béisbol con sus tres niños. Para más información sobre Mandy, visite Reverend Mama.

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