Una facción de mi iglesia imagina a Jesús a la antigua. La mayoría de la gente joven de la iglesia preferiría una descripción diferente –sin duda prefieren la imagen de un Jesús que viene del Medio Oriente y que no es rubio. Pero no es sólo eso. La idea antigua de Jesús lo describe con una mirada serena que parece que estuviera desconectado de lo que pasa en el mundo hoy.
Si vamos a escoger una imagen de Jesús que resuene con la mayoría, tendríamos que imaginar un Jesús que volcó las mesas de los cambistas en el templo. En el capítulo dos del Evangelio de Juan, Jesús entra al templo de Jerusalén y se da cuenta que más parece Walmart en el día de Viernes Negro. La gente va y viene comprando y vendiendo animales para los sacrificios. Lleno de indignación, Jesús derriba las exhibiciones de los vendedores y arroja al suelo sus cajas con dinero. Hasta se hizo un látigo de cuerdas para echar fuera a los animales.
¿Queremos la imagen de un Jesús enojado empuñando un látigo como Indiana Jones y azotando a los codiciosos? Ese Jesús sabe cómo nos sentimos en el presente clima político.
Hay mucho enojo en el aire en este momento, y escucho a la gente refiriéndose a la imagen de Jesús en el templo como justificación para el enojo. Casi visten su ira como si fuera una medalla de honor: “¿Te das cuenta que estoy lo suficientemente enojado para preocuparme de la situación? ¡Soy como Jesús!” Lo irrisorio es que no miran a los demás de la misma forma. Creen que la gente encolerizada que opina distinto es mala y vil. “¿Cómo se atreven a decir que su ira es justa? Están equivocados. No tienen el enojo bueno que yo tengo”. La ira pervierte tu perspectiva y sentido de proporción, de tal forma que ya no puedes imaginar que tu oponente tenga algo útil que decir.
Así que, todos mostramos carteles de protesta por las ventanas del tren de la ira, convencidos que tenemos la razón, ¿pero a dónde nos está llevando?
Nos gusta pensar que nuestro enojo es útil. A veces incluso nos esforzamos por “permanecer enojados” para poder regañar a nuestro enemigo cuando surja la oportunidad. ¡Qué ridículo! “Me estoy calmando, ¡es mejor que me enoje otra vez!
Pero por lo general no tenemos que esforzarnos mucho para mantener el enojo. La ira se aferra de ti. Te domina. El enojo de convierte en una hábito y forma de ser. La ira es egocéntrica. Al creer que tienes una ira justa, empiezas a sentirte como el vengador que busca justicia, como si fueras el único soldado del ejército, colocándote en el lugar de Dios. ¿Te das cuenta cuánta atención que reciben los enojones? Ese es un poder que puede ser peligroso si cae en las manos equivocadas.
Santiago 1:20 dice: “La ira humana no produce la vida justa que Dios quiere”. La expresión “ira justa” no aparece en la Biblia, y la ira nunca se ofrece como solución. De hecho, lo opuesto es la verdad. Cuando la ira humana aparece en la Biblia, nunca produce el bien.
Pero el Antiguo Testamente habla mucho de Dios enojándose. Es algo difícil de entender. Muchos rechazan del todo dicha imagen. Pero ¿te has preguntado lo que perderíamos si rechazamos esa parte de nuestra historia de fe? Si podemos imaginarnos a Dios enojado, quizá creamos que está bien que nosotros nos enojemos un poco. La ira todavía existe, pero la tiene Aquel que sabe cómo manejarla. Dios todavía nota la injusticia y la castiga.
Jesús dio rienda suelta a su ira en medio de un ambiente cargado políticamente, en medio de gente oprimida por los poderosos en su propia tierra. Creían que un Mesías que vendría y esperaban su llegada. De modo que, cuando vieron esa explosión de ira, se preguntaron si Jesús era el que habría de venir para terminar con las injusticias del mundo. La acción de Jesús era una señal, dice la Biblia. Jesús estaba derribando el sistema de sacrificios para remplazarlo con algo más poderoso, el sacrificio de sí mismo. El sistema se había insertado en la sociedad, pero ahora empezaba a desmoronarse por intervención divina. Un nuevo pacto estaba en camino, y los escritores de los evangelios querían que supiéramos que había llegado el tiempo de tremendos cambios históricos. Si ponemos atención a toda esta situación, es tonto usar esta historia para justificar nuestras explosiones de ira a través de Twitter.
La ira de Jesús resultó en una nueva forma de relacionarnos con Dios. La gente que ya no podía acercarse a Dios a través de un sistema corrupto, encontró una nueva avenida. La fe en Jesucristo los llevó a una vida nueva, y abrió nuevas líneas de comunicación. ¿Alguna vez produjo tu ira los mismos resultados?
La ira nunca definió a Jesús. Ese no ha sido el atributo que la gente recuerda más acerca de él. Ni siquiera está entre sus primeras 10 cualidades.
Así que, ahora estoy repensando en cómo pintar a Jesús. ¿Qué perdemos si abandonamos el Jesús enojado? Ganamos el rostro familiar de la calma en medio de un tiempo lleno de ira, el rostro calmado de aquel que tiene toda la razón para enfurecerse, el rostro de aquel que puede lidiar con la injusticia sin ser consumido por ella. No sé en cuanto a ti, pero yo lo necesito ahora mismo.
La Rev. Stella Burkhalter nos provee de un colorido trasfondo en la fe, habiendo crecido en la rica tradición Católico Romana de Laredo, Texas. En su juventud asistió a la iglesia Pentecostal, para después ser nutrida en la tradición metodista unida. Este trasfondo le permite apreciar las muchas formas en las que Dios se acerca a nosotros y nosotros a él.
Stella sirve actualmente como pastora titular de Covenant United Methodist Church en Austin, Texas.
[Publicado 1 de agosto, 2018]