¿Cuántas palabras? ¿Cuándo debemos presentarlo? ¿Cuál es el tema?
Todo empieza con preguntas. Incluso el presente artículo. Muchas veces ni siquiera podemos empezar sin hacer preguntas.
Y sin embargo…
Y sin embargo…
Muchas veces a la iglesia le aterran las preguntas. Especialmente las muchas preguntas. Se nos dice que preguntar mucho huele a duda o falta de fe. Así que, muchas veces preferimos no decir nada. Nos sentamos, sonreímos, movemos la cabeza afirmativamente y fingimos creer lo que se nos dice. Cáspita, cuando se trata de la predicación, ni siquiera tenemos la oportunidad de hacer preguntas. “Siéntate, cállate y quizá aprendas algo,” parece ser el mantra que se nos impone.
Aunque en la mayoría de los contextos esto no tiene sentido, es algo frustrante cuando ocurre en la religión. Esta es una de las razones por la que la juventud abandona el culto de adoración.
Cuando consideramos que hemos sido llamados a seguir el modelo que Jesús dejó, es irónico que se prohíba hacer preguntas. ¡Todo su ministerio consistía en responder preguntas! El fundamento mismo de su predicación empieza una y otra vez respondiendo una pregunta. Jesús no tenía miedo a responderlas.
Pero en alguna parte del camino empezamos a ponernos defensivos, miedosos o pasmados por la gente que hace preguntas. Creo que Dios mismo puso esas preguntas en tu corazón. Dios quiere que preguntemos, que investiguemos, que vayamos más profundamente. Esto es lo que ocurre con toda relación de valor. Dios ve nuestras preguntas como una señal de que queremos conocerlo mejor. No te avergüences o te desconciertes que tengas preguntas. ¡Celébralo! Cuando la gente hace preguntas significa que están involucrados y conectados. No están aburridos.
Encuentra un lugar donde te sientas seguro para expresar tus preguntas. Más aún, si te encuentras en una iglesia que no te permite hacer preguntas o que se pone defensiva o trata de avergonzarte o hacerte sentir culpable, ¡márchate! No hay ninguna razón para que te hagan sentir inferior sólo porque haces preguntas acerca de Dios, Jesús o la fe. Me parece que esto es señal de una fe más profunda.
En nuestra comunidad de fe, ya ni siquiera predico. Más bien facilito un diálogo en el que cada persona tiene valor. Nos hemos alejado de aquel modelo en el que, muy a menudo, un hombre heterosexual, blanco y de edad media era el que tenía “todas las respuestas.” Sea que lo reconozca o no el hombre heterosexual, blanco y de edad media, ese tiempo ya pasó. Todas las voces tienen valor. La iglesia debe de hace espacio para todas las voces del cuerpo de Cristo. Gente diferente hace preguntas diferentes y necesitan hacerlas.
Y aunque no lo queremos admitir, los días de “es así porque yo lo dijo” ya no tienen sentido.
El nuevo modelo (que realmente es el antiguo modelo, véase Lucas 2:45-50; 10:25, etc.) le exige más a la gente que asiste a la reunión. La gente de las comunidades de fe tiene que sentirse cómodas haciendo preguntas, en lugar de sentarse pasivamente. Todos tenemos que aprender a sentirnos cómodos luchando con preguntas difíciles y aprender a escuchar respuestas que no nos gusten. En suma, debemos de aprender a sentirnos cómodos estando incómodos.
Los líderes religiosos tampoco están libres. Ya han pasado los días en que los predicadores teníamos nuestra perfecta presentación en PowerPoint asistida por la música. Ya pasó el día en que podías obtener un montón de memes de Pinterest y llamarlo sermón. Los predicadores ahora tienen que pensar por sí mismos. Tienen que estar dispuestos a entrar en una diálogo vivo en una relación de “toma y dame”, en la cual es posible que el predicador no tenga la respuesta. Ese lugar cómodo del pastor se ha venido abajo.
En nuestra comunidad de fe, el diálogo es a menudo un desorden. Por lo general, yo empiezo con un tema de 8 a 12 minutos, durante el cual no tengo miedo de decir que no sé. Después dejo que los demás participen haciéndoles un par de preguntas. Y aquí nos lanzamos sin red de protección. Cierto, a veces es como un choque de trenes. Algunos se van por la tangente, otros hablan demasiado. Lloramos y reímos. Muchas veces terminamos con más preguntas que respuestas, lo cual está bien. El reino de Dios no es un museo prístino. Es como un protocolo de intervención en una unidad M.A.S.H. Hay gente que sufre o que está quebrantada. Muchas veces es allí donde encontramos a Dios.
La certeza y la satisfacción son blancos movibles o metas inalcanzables. También creo que la primera vez que una “certeza” se disuelve para alguien que estaba muy seguro de su fe, es allí cuando el castillo de naipes se viene abajo. Entonces tiran al bebé con el agua del baño y dejan la fe. Pero hay un camino medio. Si no lo hubiera no estaría en el ministerio. Debemos ayudar a que la gente entienda que hay varias formas de encontrar lo sagrado, y que hacer preguntas es sólo una de las formas de lograr un entendimiento más profundo de la naturaleza y sustancia de Dios.
Así que, aunque no creo que todas las iglesias del país vayan a abandonar su modelo tradicional de predicación, quisiera animar a las comunidades de fe a que hagan espacio para las preguntas. Les pido que abandonen el miedo de no saber, que busquen una forma de estar cómodos con el misterio y desorden de la fe, a fin de conocer a Dios con más profundidad en el proceso.
Seamos como Jesús.
Quién sabe, quizá sea tan fácil como tomar una Biblia, juntarse con amigos, tomarse unas cervezas e invitar al pastor para que participe.
Quizá te sorprendas con la respuesta.
El Rev. Jerry Herships es el fundador de AfterHourse Denver, una comunidad de fe que se reúne en un bar y ayuda a alimentar a 700 personas desvalidas en el área metro de Denver. Su libro “Last call: From Serving Drinks to Serving Jesus” se puede adquirir en Amazon o en www.jerryherships.com.