Cuando el diario conducir de un automóvil se convierte en un momento importante de Dios

Algunas veces las actividades diarias pueden convertirse en un momento espiritual asombroso
Algunas veces las actividades diarias pueden convertirse en un momento espiritual asombroso

¿Cuándo se siente muy espiritual? ¿Es algo que los demás jamás lo llamarían espiritual?

Le tomó tiempo dilucidarlo, pero mi esposa sabe lo que quiero decir cuando digo: “Necesito salir a manejar esta noche”.

Quiere decir que algo está mal y necesito tiempo en privado para reflexionar en lo que ocurre… mientras conduzco mi coche.

Sí, eso es lo que dije.

A fin de cuentas, vivo en el área de Los Ángeles. Viajo a través de la arquitectura urbana, rascacielos, enclaves étnicos, carreteras en la montaña y la costanera. Es una ruta diferente cada vez. Cuando vuelvo a casa, llego con un renovado sentido de compromiso para hacer que mi vida cuente para algo más grande de lo que ahora puedo entender.

¿Le gustaría saber cómo es que esto funciona exactamente?

¿Qué hace que un momento sea “espiritual”?

Bueno, hace poco me puse a pensar en esto. Podría ser que el conducir me entrega un momento de silencio en esta vida que se ha llegado a ser tan frenética. Podría ser que me transporta fuera de mi espacio físico usual, permitiéndome pensar en cosas desde otro ángulo. O quizá es que los automóviles son mágicos, pueden hablarle a uno a través del reloj y pueden asociarlo a uno con David Hasselhoff para defender al desvalido.

Quizá. Después de todo, dicho coche particular está al otro lado de la colina en Universal Studios.

O podría ser que cuando veo tiendas con letreros en idiomas que no son el inglés, me siento más en casa.

Cuando veo las luces de la ciudad, exhibidas en forma prominente por los contornos del centro de la ciudad que tanto se ha filmado, sueño que quizá algún día uno de los rascacielos llevará mi nombre por medio del nuevo ministerio que acabo de empezar para dar consultoría acerca de cómo innovar el ministerio: PASTORIA.

Cuando manejo por la costanera, puedo oler el océano. El sonido de las olas me lleva al tiempo cuando estaba en la universidad, manejando por la misma ruta pero convencido de que mi vida futura iría más allá de los confines de la lógica, la realidad y mi cuenta bancaria.

Hay personas que tienen estas experiencias cuando se van de excursión. Para otros ocurre mientras caminan por un jardín japonés o cuando oyen el sonido del agua que fluye a través de él. Otros prenden una vela y observan cómo irradia una suave luz que llena el santuario.

Para mí ocurre cuando conduzco mi automóvil aquí en Los Ángeles. Las carreteras se convierten en un gran laberinto.

¿Cuál es la meta? ¿Se trata de alcanzar un punto de claridad o paz en respuesta a la disrupción que uno siente que se ha producido?

No. El propósito de una práctica espiritual no es eliminar una dificultad o incomodidad. De hecho, si uno lee la Biblia se dará cuenta de que Dios realmente llevó a algunos al borde de la locura o a realizar cosas que tenían poco sentido en ese momento.

Así que, lo que convierte una actividad en una verdadera práctica espiritual es que nos provee de los medios para reconocer, examinar y usar ese sentido de “algo no anda bien”.

 

¿Por qué pienso de esta manera? Si uno siente que algo no está bien, ¿significa que tengo claro lo que es “correcto”, o quiere decir que este “no está bien” es fácilmente reconocible por sí mismo? ¿Hay algo que deseo en lugar de este “no está bien”? Si así es, ¿por qué deseo esto?

Todas estas preguntas no tienen el fin de llevarme a las respuestas correctas por sí mismas. El punto es entender mejor “lo que no está bien”. Esto debería guiarnos al paradigma de que parte de la experiencia humana es la habilidad de integrar pensamientos, sentimientos, sensaciones corporales y todo lo demás en cuanto a nuestra existencia para producir algo que “tiene sentido”.

Algunos lo llaman “oración”. En resumen, es el acto de reconocer el estado de nuestra existencia esperando que el hacerlo ayudará de verdad a cambiarlo.

Aprovecha tus momentos espirituales de hoy

Así que, la próxima vez que sientas que algo anda mal, ¿por qué no tratar de ver qué pasa manejando tu coche?

No es exactamente algo bueno para el medio ambiente. Perdón. Pero si quieres usar algo distinto, hazlo. Cualquiera sea la actividad similar a la de conducir, exigirá que tu cuerpo ponga en acción la memoria de los músculos, dándole a tu alma la libertad para vagar.

Hazlo creyendo que todavía no necesitas una respuesta a tus preguntas. Más bien, lo que te ayudará es la confianza y seguridad de tu propia humanidad. Irás por el camino en el que deseas estar. Primero tienes que creer que lo puedes hacer.

Quizá para el tiempo en que estaciones tu vehículo respirarás profundo, te aceptarás tal como eres y te comprometerás a darle otra oportunidad a la vida.


James J. Kang es director de Guidance y cofundador de PASTORIA, una agencia de consultoría para la innovación ministerial y alumno en Claremont School of Theology.

 

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