Una fe que invita: Ministerios más allá de las bancas

Hay una diferencia entre proclamar la bienvenida y practicar la invitación
Hay una diferencia entre proclamar la bienvenida y practicar la invitación

La iglesia que promociona, se jacta y proclama demasiado que es hospitalaria realmente es una iglesia que está muriendo.

Siempre he sentido que la hospitalidad es algo que el visitante experimenta de inmediato por sí mismo sin que nadie le diga cuán acogedora es la iglesia. Es como la persona que insiste que es muy chistosa. Pero si esa persona tiene que convencernos de que es chistosa, ¿es realmente chistosa?

La verdadera razón de por qué una iglesia hospitalaria es una iglesia moribunda es que ha abrazado completamente la pasividad respecto a las oportunidades ministeriales.

Ser una iglesia hospitalaria implica que simplemente esperamos pasivamente que la gente venga a nosotros. Queremos que la gente venga donde estamos. Queremos que la gente se una a las conversaciones que ya estamos teniendo. Queremos que sean otros los que hagan el trabajo pesado. Queremos que la gente se arriesgue a ir a un lugar nuevo, mientras nosotros los esperamos en la puerta de la iglesia.

Además, el “dar la bienvenida” es algo que significa diferentes cosas para diferentes personas.

Conocí una iglesia que decía ser muy acogedora. Cuando una nueva familia los visitó, un miembro de la iglesia les pidió que se movieran a otra banca porque ellos habían ocupado esa banca ya por 40 años.

Trabajé con un comité de bienvenida que se pasaba la mañana del domingo en su propio círculo hablando de deportes y de la semana que pasó.

También he visto a una iglesia “hospitalaria” que era amable con sus amistades, familia y gente que ya conocían, sin poner atención a aquellos que eran desconocidos.

También he visto iglesias que pregonan “todos son bienvenidos” hasta que se dan cuenta de que una de las personas a la que dieron la bienvenida es queer. Desde ese momento todo se puso muy incómodo.

Los que se jactan de ser una iglesia acogedora tienden a ser una iglesia moribunda porque todo lo que tienen es sus propias ideas de lo que es ser hospitalarios y la mentalidad de que recibirán con los brazos abiertos a la gente que les cae bien.

Jamás se nos enseñó que debíamos esperar que la gente llegue a nuestra iglesia.

La Gran Comisión no dijo “siéntense y esperen”, sino ¡vayan!

En lugar de subrayar algo que siempre debemos hacer naturalmente (dar la bienvenida), la iglesia debe esforzarse por ser una iglesia que invita.

¿Es tan solo un asunto semántico? Un poco.

¿Iglesia que invita o iglesia que da la bienvenida?

Me parece que la idea de ser una iglesia que invita comunica que debemos estar activos. El invitar a alguien siempre conlleva un riesgo.

Creo que cuando empecemos a ser una iglesia que invita en lugar de una que da la bienvenida, saldremos allá donde la gente está. Tendremos conversaciones con gente que no es parte de nuestra iglesia. Haremos conexiones y conoceremos gente.

Nos encontraremos con la gente allí donde están.

Nos uniremos a las conversaciones que ellos están teniendo.

La iglesia que invita nos fuerza a encarnarnos, a estar en medio de nuestras comunidades para saber las historias que la gente tiene que contar.

Las iglesias que dan la bienvenida colocan carteles en frente del edificio de la iglesia y esperan que alguien nuevo entre en la iglesia, a condición de que no se sienten en nuestras bancas.

La hospitalidad es importante. Es imperativo que las personas que entra en nuestra iglesia se sientan amadas, sientan que pertenecen, se sientan seguras. Lo cierto es que las iglesia necesitan entrenar a sus miembros para que realicen actos santos de hospitalidad con amor y sinceridad.

No se nos ha llamado a sentarnos para esperar a que llegue gente con la que podamos interactuar. Se nos ha mandado a ir y hacer discípulos.

El ir implica riesgos. Implica salir y ser vulnerables. El ir significa que pasamos tiempo en el vecindario de la iglesia, para conocer y amar a los vecinos. Ir significa que amamos y servimos a gente que quizá nunca pondrá un pie en la iglesia. Amamos sin condicionar el amor incondicional de Dios.

No seamos hospitalarios solo dentro del edificio de la iglesia. Vayamos y compartamos amor, cariño y bienvenida con la comunidad.

Seamos atrevidos con el amor. Seamos valientes en el servicio. Vayamos y amemos.


Joseph Yoo es autor de When the Saints Go Flying in.  Se mudó de la costa oeste para vivir feliz en Houston, Texas, con su esposa e hijo. Sirve en Mosaic Church, Houston. Visite josephyoo.com

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