“Bueno, la Biblia dice que…”
¿Cuántas veces hemos escuchado a alguien empezar su argumento o refutación de esta manera? A veces, es una expresión útil en medio de la conversación. La mayoría de las veces, sólo hace que la conversación sea más confusa y complicada.
La Biblia no es un libro, es más bien una antología de 66 libros. Técnicamente, la Biblia literalmente no dice ninguna cosa. No tiene labios ni cuerdas vocales para verbalizar su contenido. Nosotros somos los que hablamos por la Biblia.
Cada vez que leemos, recordamos o hablamos de la Biblia, hemos negociado con el texto que diremos lo que queremos decir. Hemos tomado sus palabras y las hemos pasado por nuestras perspectivas, creencias, ideología y teología.
Les presento una verdad que no muchos están dispuestos a admitir: cada uno de nosotros escoge y elige lo que quiere sacar de la Biblia.
Solemos acusar a nuestros oponentes de seleccionar los versículos que encajan con su argumento, pero todos hacemos lo mismo.
Seleccionando y escogiendo versículos bíblicos.
Un ejemplo obvio son las leyes y reglamentos que encontramos en la Biblia Hebrea, conocida también como Antiguo Testamento. Pero lo racionalizamos diciendo cosas como: “bueno, es el Antiguo Testamento. Lo que debemos obedecer está en el Nuevo Testamento”.
También argumentamos de que Jesús no quiso decir lo que dijo. Más bien, hablaba con alegorías y metáforas.
Cuando Jesús dijo al joven rico que vendiera todas sus posesiones para darlo todo a los pobres, y que después lo siguiera (Mateo 10:17-27), decimos que el asunto de venderlo todo solo se aplicaba a dicha persona, porque Jesús estaba señalando sus debilidades.
Hasta los lectores más literales de la Biblia dirían algo como: “Jesús está dramatizando”, o “Jesús está usando una hipérbole”, cuando se trata de pasajes en los que Jesús dice que sería mejor que nos saquemos el ojo derecho si nos hace pecar, o que nos cortemos una mano si nos lleva a pecar (Mateo 18:7-9).
Negociamos con la Biblia para hacer que diga lo que queremos que diga.
Si no nos da miedo, al menos nos deja confusos.
¿Quiere decir que la Biblia no tiene ningún valor? Claro que no. ¿Debemos de dejar de leer la Biblia? Por supuesto que no.
Debemos continuar la disciplina espiritual de la lectura bíblica, pero al mismo tiempo no deberíamos desconectar nuestro cerebro cada vez que la leemos. Los metodistas hacen énfasis en la razón humana. El Cuadrilátero Wesleyano afirma que la Escritura es iluminada por la tradición, la razón y la experiencia.
¿Qué es el Cuadrilátero Wesleyano?
Juan Wesley estaba convencido de que la Biblia es importante. Sabía que él se sostenía sobre los hombros de los antiguos maestros cristianos, y que no podíamos descartar su trabajo y experiencia. Las Escrituras todavía tenían que apegarse a la ortodoxia o la tradición. Pero la fe era más que simplemente discutir, intercambiar y reconocer ideas. Uno debe vivir la fe. La fe no es un relato en tercera persona, sino que debe ser una experiencia en primera persona. Además, Dios nos dio a cada uno un cerebro. Debemos usarlo para entendernos a nosotros mismos y/o explicar racionalmente a otros lo que experimentamos. Sin la razón, decía Wesley, no podemos realmente entender las verdades esenciales de la Biblia.
Teniendo esto en cuenta, deseo mencionar algunas cosas sobre cómo leer la Biblia.
La Biblia no se escribió para ser usada como libro de texto.
Nos estancamos en detalles que probablemente desconcertarían a los autores originales.
Por ejemplo, tomemos la historia de la creación. Génesis presenta dos versiones distintas de la creación. Crecí escuchando que la tierra tenía solo seis mil años. Esto se basaba en la narración bíblica y en que la tierra fue creada en 6 días literales de 24 horas. Ocurre que medimos nuestros días de 24 horas usando al sol y la luna. Pero el sol y la luna fueron creados en el cuarto día, así que ¿cómo sabemos que los primeros 3 días tenían 24 horas?
Estas son historias escritas en la antigüedad, mucho antes del internet y los medios sociales. Debemos recordar que son historias escritas para los antiguos.
Creo que la historia de la creación tiene que ver menos con el cómo y el qué de la creación, y más con el por qué. Es un poema escrito para gente en el exilio, para recordarles que fue Dios quien ordenó el universo. Ese mismo Dios estaba todavía con ellos en medio del exilio.
El contexto siempre es importante.
En el seminario me enseñaron que “un texto sin contexto es solo un pretexto para decir lo que se me antoja”.
Cuando alguien cita un versículo bíblico, debo leer todo el capítulo de dicho versículo, así como los capítulos anteriores y posteriores. Esto nos suple de contexto.
Tomemos Lucas 4:7, que dice: “Así que, si me adoras, todo será tuyo”. Bonita idea, ¿cierto? Quizá deberíamos memorizar este versículo y mencionarlo a otros. Pero aquí es donde descubrimos el gran valor del contexto. Al principio de Lucas 4, vemos a Satanás tentando a Jesús. Es Satanás quien le dice a Jesús, “si me adoras, todo será tuyo”. Bueno, ahora vemos que la idea es terriblemente mala.
Hay partes de la Biblia que tenían sentido para los antiguos. Tenían sentido en ese contexto, pero hoy la gente moderna se escandalizaría.
Hoy la idea de “ojo por ojo, diente por diente” suena barbárica para la gente de hoy que usa Twitter, TikTok, Facebook, Instagram, etc. Pero para los israelitas que deambulaban en el desierto fue una idea revolucionaria, pues en ese tiempo las represalias no tenían límite: “¡Si me golpeas y pierdo un diente, yo te mato!” En aquel tiempo dicha ley era un avance en la civilización.
Debemos recordar que los textos bíblicos fueron escritos por gente antigua para gente antigua. Debemos usar nuestra tradición, razón y experiencia para dilucidar lo que la Biblia nos dice el día de hoy. ¿Cuánto hemos evolucionado como raza humana? ¿Cuánto todavía tenemos en común con nuestros ancestros y cristianos antiguos?
La Biblia puede ser usada y abusada de muchas maneras. Sin embargo, sería terrible para los seguidores de Cristo descartar o ignorar la Biblia por completo. A fin de cuentas, la Biblia está llena de historias de cuán infiel y equivocado estuvo el pueblo de Dios. Sin embargo, una y otra vez vemos la inmutable fidelidad de Dios, el amor incondicional de Dios. Dios se rehúsa a abandonar su creación.
Joseph Yoo es autor de When the Saints Go Flyingin. Se mudó de la costa oeste para vivir feliz en Houston, Texas, con su esposa e hijo. Sirve en Mosaic Church, Houston. Visite josephyoo.com.