Lo que desearía que Jesús no hubiese dicho

Puntos clave:

• Jesús nos mandó amar a nuestro prójimo, así de simple.

• ¿Pero quién es mi prójimo, exactamente?

• ¿Cuál es la medida última de nuestro corazón?

Mi jornada de fe sería mucho más fácil si Jesús no hubiera enseñado algunas cosas por aquí y por allá.

Por ejemplo, “ama al Señor tu Dios” es (con frecuencia) un mandamiento realizable. No es fácil pero tampoco es muy difícil. Si Jesús hubiese terminado allí, la cosa no sería tan difícil.

Pero tuvo que añadir, “ama a tu prójimo”.

Esto es infinitamente más difícil que la primera parte porque ¿han visto a algunos de sus prójimos?

Concuerdo con el experto en la ley que le preguntó a Jesús “¿Quién es mi prójimo?” (Lucas 10:29)

¿Quién es mi prójimo?

En lugar de responder a la pregunta, Jesús contó una historia. Las historias tienen el poder de transformar vidas y formas de pensar. En lugar de quedarse atascado en discusiones teológicas, ideológicas y filosóficas, Jesús habla de un sendero que todos los oyentes sabían era un camino peligroso.

No nos sorprende oír que asaltaron y golpearon a un hombre que viajaba por esa vía.

Un sacerdote intencionalmente evitó al hombre herido, cruzando al otro lado del camino para no tener ningún contacto con él.

Después un levita o líder religioso hizo lo mismo.

Finalmente, un samaritano que pasaba lo vio y “se compadeció de él” (Lucas 10:33). Vendó las heridas del hombre, lo subió a su burro y lo llevó a una posada cercana. El samaritano le pagó al posadero dos días completos de servicio y le pidió que cuidara al herido hasta que él volviese, cuando le pagaría cualquier costo adicional.

A nivel superficial, podríamos contar esta historia para exhortar a la gente a que sea bondadosa y compasiva con personas en necesidad.

Ni siquiera tendríamos que explicar la palabra “samaritano” porque la gente hoy sabe su significado.

Hospital el Buen Samaritano

Iglesia el Buen Samaritano

Ley el Buen Samaritano.

Las palabras “buen” y “samaritano” van juntas como “mantequilla” y “maní”.

Pero si nos conformamos con esto, no captaremos el punto que Jesús plantea.

Jesús termina la historia diciendo: “¿Cuál de estos tres piensas que demostró ser el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?” (Lucas 10:36, NVI)

El experto legal respondió: “El que se compadeció de él”.

Habría sido más fácil decir: “El samaritano”, pero esto habría requerido más esfuerzo porque el experto en la ley y otros israelitas de aquel tiempo pensaban que nada bueno podía venir de los samaritanos.

Lo mejor que podríamos hacer con los samaritanos es evitarlos.

Un israelita fiel jamás se juntaría con un samaritano.

Esta es la razón de por qué el experto ni siquiera se atrevió a decir la palabra “samaritano”, sino que dijo “el que”.

Piense en la gente cuyos apelativos no usaríamos. Cuando hablamos de una relación pasada quizá digamos “mi ex” sin usar nombres.

Quizá hablemos de “esa gente” o “ese vecino”.

Los nombres nos conectan y crean intimidad. Piense en cómo se siente usted cuando no logra recordar el nombre de una persona.

El experto en la ley solo dijo: “el que”.

Pero Jesús habló de “¿cuál … demostró ser el prójimo”, esto es, ese es tu prójimo a quien debes amar.

Tu prójimo no es solo la gente con la que te llevas bien, que piensa como tú, que votan como tú, que tienen los mismos intereses, que son fáciles de amar y frecuentar.

Tu prójimo es también aquel que te enerva, aquel que está del lado opuesto a tu posición ideológica, política y teológica, aquel que quisieras no existiese, aquel cuyo nombre no quisieras mencionar.

¡Ay!

Jesús dice que si quieres deshacerte de tus enemigos, ora a favor de ellos, deseándoles lo mejor. Ámalos de tal forma que un día te despiertes y te des cuenta de que ya no son tus enemigos en tu corazón.

Decimos que el samaritano era bueno, no porque memorizó muchos versículos bíblicos, asistía al templo con frecuencia, era bueno para ridiculizar a quienes tenían una posición religiosa distinta a la de él y porque recitaba lindas oraciones.

El samaritano era bueno porque hizo del amor su primera prioridad. Fue la religiosidad la que llevó al sacerdote y al levita a evitar al hombre herido. Pero el amor encarnado hizo que el samaritano se detuviese para ayudar a un hombre que hasta quizá lo odiaba.

No obstante, esta historia no significa nada si no la practicamos. ¿Qué significa para nosotros?

La medida de nuestros corazones

Para empezar, significa que necesitamos mirar más allá de nuestra comunidad. Nuestro amor debe expandirse más allá de mi grupo. Como dijo Wendell Berry: “imagina vidas que no son la tuya”.

Ahora bien, no estamos diciendo que el odio entre Israelitas y Samaritanos fuese unilateral. Era un odio mutuo. Pero lo notable acerca de este samaritano fue que ante todo vio a un ser humano en necesidad, no una etiqueta.

La medida verdadera de Jesús en nuestros corazones no será dónde nos encontremos en momentos de comodidad y conveniencia, sino dónde estuvimos en tiempos de desafío y controversias. Cuando amamos verdaderamente a nuestro prójimo como amamos a Dios, arriesgaremos nuestra posición, prestigio y aceptación social.

Esto es lo que Jesús hizo.

¿Qué significa para ti amar a tu prójimo?

Que no nos dejemos aprisionar por la parálisis del análisis que atrapó al experto en la ley de Lucas 10. Encarnemos y practiquemos las palabras de Jesús: “Anda entonces y haz tú lo mismo”.

Joseph Yoo se mudó de la costa oeste para vivir feliz en Houston, Texas, con su esposa e hijo. Sirve en Mosaic Church, Houston. Visite josephyoo.com.

Comunicaciones Metodistas Unidas es una agencia de la Iglesia Metodista Unida

©2025 Comunicaciones Metodistas Unidas. Reservados todos los derechos